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La ofrenda del Holocausto (Levítico capítulo 1)

Versículo 1. El Tabernáculo era la habitación del Dios de Gracia; podía morar allí porque estaba rodeado de las representaciones gráficas del fundamento de Su relación con Su pueblo; si se hubiese manifestado con la gloria con que se manifestó en Sinaí hubiese sido para juicio y destrucción.

Se manifestó tras del velo (Hebreos 10:20) donde estaba el propiciatorio en el que sangre respondería a las exigencias de Su naturaleza. La sangre que tipificaba a la sangre preciosa que limpia todo pecado. Esa sangre justificaba el hecho de Dios morando en medio de Su pueblo (Hebreos 9:13).

ESTA ES LA POSICIÓN DE DIOS EN LEVÍTICO; su inquebrantable e inflexible santidad unida a la sublime y perfecta gracia para poder habitar en medio de Su pueblo, para poder comunicarse con ellos, para poder tener comunión con el hombre.

Es Santo en Sinaí (fuego consumidor) y es Santo en el propiciatorio (Dios de gracia). Y esa unión es manifestada en la redención obrada por el Señor Jesucristo y tipificada vez tras vez en Levítico.

Versículo 2. Levítico va a presentar las diferentes ofrendas que serían llevadas al tabernáculo, ordenadas por Dios, cada una con un motivo y un propósito específico pero todas, hablándonos acerca de Cristo, Su persona y Su obra.

El orden en que son presentadas en el libro y las instrucciones minuciosas que se dan para cada una de ellas son de suma importancia; Levítico está repleto de preciosas verdades espirituales de tremendo valor para Dios y para nosotros.

Versículo 3. La primera ofrenda mencionada por el Espíritu Santo en Levítico es el Holocausto. En esta ofrenda se presenta la obra del Señor Jesucristo de una manera poco tenida en cuenta por los creyentes; la base sobre la cual el sacrificio del Señor pudo expiar nuestros pecados está en el hecho de lo que este sacrificio representó para Dios.

El holocausto habla de la cruz exclusivamente bajo la mirada y el corazón de Dios: Su Hijo sobre el madero, cumpliendo Su voluntad, ofreciéndose voluntariamente, para Su gloria.

El Holocausto es un tipo de Cristo “ofreciéndose a sí mismo sin mancha a Dios” (Hebreos 9:14). El objetivo supremo del Señor al morir en la cruz no fue nuestra redención sino la Gloria de Dios (Salmos 40:6-8; Lucas 9:51; Filipenses 2:8). Cada instante de su vida terrenal, el Hijo obediente glorificó al Padre y la consumación de esta vida perfecta de obediencia para la gloria de Dios fue la cruz.

¿Y qué expresa el Padre acerca de Su Perfecto y Obediente Hijo? Cuando el Señor fue bautizado, el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma de paloma y la voz del Padre se escuchó desde el cielo diciendo: “Este es mi Hijo amado en quien tengo toda complacencia” (Mateo 3:17). El holocausto nos habla de Cristo entregándose a sí mismo por nosotros a Dios como ofrenda y sacrificio en olor grato (Efesios 5:2).

ENTRANDO EN MATERIA EN LOS QUE SE REFIERE A LA OFRENDA DEL HOLOCAUSTO COMO TAL

La víctima. Macho, sin defecto… Como en todos los sacrificios, la total perfección de Cristo, base de la aceptación por parte de Dios, no podía ser representada de manera liviana. En el caso específico del holocausto, la perfección de Su Hijo contemplada por Dios nos habla de la profunda y eterna relación entre el Padre y el Hijo; sólo el Padre podía conocer a profundidad la perfección de Su Hijo; este aspecto hace que la instrucción “sin defecto” tenga un valor enfático en esta ofrenda.

De su voluntad. La cruz es mucho más que el lugar donde el asunto del pecado fue resuelto; es la expresión completa del amor y la profunda devoción de Hijo por el Padre en una forma tal que sólo el Padre podía comprenderlo. Es en este sentido que debemos entender el holocausto como una ofrenda voluntaria (Lucas 22:42).

A la puerta del tabernáculo. Todo sacrificio ordenado por la ley debía ser ofrecido a la puerta del tabernáculo; era este el lugar escogido por Dios para habitar en medio de Su pueblo. Podía resultar “más práctico” presentarlos en otros lugares pero la instrucción fue específica desde el comienzo. Cambiar el lugar del sacrificio era condenado y despreciado por Dios; hablaba de idolatría. El lugar estaba íntimamente relacionado con el Dios del tabernáculo. Otro lugar, otro dios.

En Juan 4, entrevistándose el Señor con la mujer samaritana, revelaría que vendría la hora en que la adoración no se llevaría a cabo en un lugar específico. La adoración espiritual, es llevada a cabo por los nacidos de nuevo personalmente, en cualquier lugar y colectivamente como iglesia, cuando están congregados en Su Nombre.

Versículo 4. La imposición de manos habla de identificación, aceptación y participación. En el caso del holocausto nos habla del pecador identificándose con la víctima; nos señala el momento cuando el pecador llega a Dios a través del sacrificio perfecto ofrecido por Cristo; el pecador perdido, incapaz de salvarse, reconoce el sacrificio del Hijo de Dios como el único aceptado por el Padre.

Versículos 5-8. La tarea de los hijos de Aarón en este sacrificio se menciona en estos versículos: “ofrecerán la sangre”, “la rociarán alrededor del altar”, “pondrán fuego sobre el altar”, “compondrán la leña”, “acomodarán las piezas”.

Aarón es tipo del Señor Jesucristo como Sumo Sacerdote y los hijos de Aarón (la casa de Aarón) son figura de la iglesia como familia de sacerdotes y su participación en la adoración a Dios (Hebreos 2:13; 3:6).

El becerro degollado habla del sacrificio de sangre ofrecido a Dios una vez para siempre por Cristo; la sangre rociada alrededor del altar por los sacerdotes habla de la adoración ofrecida por la iglesia por virtud de la sangre de Cristo; desollar el holocausto consistía en quitarle la piel al becerro implicaba que la víctima debía ser perfecta por dentro y por fuera y nos habla de la perfección integral del Señor; dividir el holocausto en sus piezas permitía que se pudiesen acomodar mejor en el altar; el fuego consumiendo la víctima señala al Señor entregándose completamente como ofrenda sobre el altar en adoración a Dios (obsérvese versículo 13: “lo ofrecerá todo y lo hará arder sobre el altar).

Versículo 9a. El lavamiento con agua de los intestinos y de las piernas hablan de la limpieza interior del Señor y de su andar perfecto y santo.

Versículos 9, 13 y 17. Son los versículos claves del capítulo: “holocausto es, ofrenda encendida de olor grato a Jehová”. Mencionan la esencia misma del sacrificio.

Versículos 10-17. El becerro nos presenta al Señor Jesucristo como el siervo paciente y abnegado obediente hasta la muerte; el cordero nos habla de su rendición voluntaria a la muerte de cruz; el macho cabrío de la identificación con los pecadores y la tórtola o palomino nos habla de su inocencia.


La diferencia entre estas ofrendas tiene que ver con la posibilidad económica del quien ofrecía el holocausto.

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